En 1905 un joven Juan Botas Ghirlanda enviaba desde Roma su cuadro Golfo de Capri al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Esta era una de las varias pinturas que debía presentar como contraprestación por el pensionado que le había otorgado la ciudad para ampliar estudios en Italia. A falta aún de un museo de Bellas Artes en la capital insular, se decidió que el lugar idóneo para exponerlo era el escaparate de la tienda Carlos Büchler y Cía. De este modo la turbadora vista de Capri se mezclaba con las mercancías que quedarían así bañadas por una crepuscular luz europea. Como metáfora de un Santa Cruz entregado al import-export como principal medio de vida, se impone una pregunta: cuando usamos el calificativo europeo: ¿En qué sentido lo hacemos?, ¿Se alude a un origen geográfico que es en sí difuso? o ¿entendemos además que el término otorga un valor cualitativo a lo adjetivado?