La plácida vida de Marco Victorinus, ex centurión y curial del Imperio Romano en Lucus Augusti, se quiebra de manera drástica cuando interponiéndose entre otro centurión y su siervo Lucilo, aquel resulta muerto. Tomado prisionero exige ser juzgado en Roma, a lo que tiene derecho por ser Ciudadano Romano, pero por enemistad con el tribuno que mandaba las tropas es desviado a las minas de Sil en Montefurado, con instrucciones de que nunca llegue a su destino, lo que le obliga a tramar la fuga en compañía de su siervo y un grupo de esclavos, con los que inicia un periplo de aventuras que lo irán alejando de su lugar de procedencia.
Las circunstancias vuelven a reunir a Marco y al tribuno en Roma y tiene que huir de nuevo, haciéndolo a otras minas de oro en el Egeo, actividad de la que traía experiencia de las del Sil. En viaje por la cercana Tracia interviene en episodios épicos que lo hacen relacionarse con Helena y su familia, condicionando su vida, aunque no le faltarán aventuras: desde liberar a su siervo que fue hecho prisionero en Alejandría, hasta burlar a los piratas.
Nuevos acontecimientos lo llevan a la India y al Imperio Parto, de donde pretende rescatar al hermano de la protagonista que cayó prisionero en la ofensiva del emperador Caracalla, donde otros peligros le esperan y de los que saldrá victorioso aplicando estrategias aprendidas en la milicia.
El lector no echará en falta en este novela, aventuras, historia, viajes, enredos amorosos o relatos costumbristas que lo mantendrán expectante de cuál va a ser el siguiente pasaje épico en el que se involucrará nuestro protagonista, todo ello ambientado en la Roma del Imperio Caracalla en el siglo III d. C. del que se hace amplia descripción.
