Jesús María Gómez, profesional de la justicia, frente a la exhaustiva racionalidad y rigor de su trabajo, halla en la vocación auroral de la Poesía su razón misma de ser. Una plenitud de vida y de inmersión creadora, de punto de descanso en sus laberintos cotidianos y a lo que, pese a la extrañeza que pueda despertar en sus colegas por lo que tiene de inefable (de ahí lo contradictorio, o no), el poeta no está dispuesto a renunciar. La poesía es para él esa condicionada libertad que le permite ser desde otros ángulos y otras perspectivas más subjetivas y libérrimas, pero absolutamente verdaderas.