Al llegar a las tierras encantadas de Sincé, le dijeron que quien bebiera de las aguas del pozo El Trébol ya no podría salir de allí, y estaría condenado a vivir en el gozo supremo de la aldea. No había terminado de beber el primer sorbo cuando vio a la mujer más bella del mundo bajo la sombra de los caracolíes y sucumbió al fulgor de sus ojos que eran de un color cambiante al atardecer: azul y gris y aguamarina. El encendió un cigarrillo y sintió que era la mujer de su vida.
Todo empezó allí y no cesa desde aquel atardecer en que se conocieron en Sincé, Sucre, en 1954, hace setenta años, Honorio Tatis Hernández y Yolanda Guerra Flóres, padres de Gustavo Tatis Guerra, criaturas esenciales de este poemario.