Fatalista pero rebosante de ironía, Jason sabe divertir al lector encadenando situaciones que rápidamente se vuelven coherentes.
Maestro del minimalismo y admirador de Hergé, Jason homenajea al autor de Tintín con guiños a Los cigarros del faraón o incluso a La oreja rota, sus policías nos recuerdan a Hernández y Fernández, pero el propósito es ácido y los personajes tan perturbados como si estuvieran en una película de Tarantino.