Pues bien, el Cilenio, movido e incitado por esta tradición y por estos recíprocos amores de los dioses, y al mismo tiempo porque advierte los afectos e himeneos de todos ellos, dado que asiste a muchos, resuelve tomar esposa. A esta decisión lo había empujado su madre, angustiada cada vez que aquel la saludaba entre el grupo de las Pléyades, en su anual recorrido zodiacal, y sobre todo porque su cuerpo, trabajado en la palestra y en sus frecuentes carreras, de músculos abultados en testimonio de la prestancia de su juvenil fortaleza, resplandecía con una cierta proporción viril; tampoco sus ya púberes mejillas le permitían pasearse medio desnudo ni, vestido con una corta clámide, cubrir lo alto de los hombros, con el resto al aire, sin provocar una gran risotada de la Cíprida. En consecuencia, con calculado propósito decide rechazar el celibato. Así pues, como corresponde a tal ilustre dignidad, con el detenimiento propio de una larga deliberación, examina una por una a cuál le convendría tomar. En efecto, él deseaba con una singular pasión a Sofía, porque la considera reflexiva y virtuosa, más pura y más h