PRELUDIO
No hay ningún mérito en llegar a viejo, / Ni tampoco demérito, si bien / Hay que ganarse un rostro en el espejo / En el que pueda verse quién es quién.
Debo reconocer que no me quejo / De lo que mis cansados ojos ven. / Más elocuente cuanto más me alejo, / Inmune al crédito como al desdén.
Tengo mi vanidad escarmentada. / Hace ya tiempo que no espero nada / Ni de mis semejantes, ni de mí.
Es algo más que la misantropía. / Pero mis versos tienen todavía / Rima y razón para dar más de sí.