A veces, aunque miremos lo mismo, nuestros ojos lo hacen ver de manera diferente.
Laia contempla la luna antes de ir a dormir, pero no entiende por qué, tras su resplandor, su cara se ve cansada? Y mucho menos por qué su madre la ve contenta.
Aunque todas y todos miremos la misma luna, cada persona le transmite su emoción, su estado de ánimo, como si en la misma noche hubiera mil lunas en el cielo.
Nuestras emociones limitan o engrandecen la manera en que vemos el mundo.